jueves, 17 de mayo de 2012

Educar las emociones: La importancia de las emociones morales.

El estudio de las capacidades emocionales y sociales para el desarrollo de las personas, ha permitido establecer lineamientos respecto al concepto de coeficiente emocional (CE). El entusiasmo por este concepto comienza a partir de sus consecuencias para la crianza y educación de los niños y el valor que este tiene  cuando estos enfrentan  problemas normales del crecimiento.
Durante las últimas décadas la problemática del desarrollo moral de los estudiantes ha dado espacio a la formulación de preguntas acerca de cómo estas pueden ser integradas por los estudiantes. Se considera que el desarrollo moral de los estudiantes  guarda  directa   relación  con el fortalecimiento de emociones y conductas que reflejan preocupación por las demás personas y la voluntad para respetar normas sociales.
William Damon,  profesor de la Universidad de Brown, considerado uno de los expertos más importantes de los Estados Unidos en el campo del desarrollo moral de niños y adolescentes, sugiere que para que los niños se conviertan en personas morales deben adquirir las siguientes capacidades emocionales y sociales:

Deberían adoptar y comprender lo que distingue una conducta "buena" de una "mala" y desarrollar los hábitos de conducta compatibles con lo que perciben como "bueno".

Deberían desarrollar interés, consideración y un sentido de responsabilidad a través de actos de atención, benevolencia, amabilidad y caridad.

Deberían experimentar una reacción emocional negativa, incluyendo vergüenza, culpa, indignación, temor y desprecio ante la violación de normas morales. Deberían expresar este interés por el bienestar y los derechos de los demás.

  . Deberían experimentar una reacción emocional negativa, incluyendo vergüenza, culpa, indignación, temor y desprecio ante la violación de normas morales.



El mismo autor  señala que "Estamos viviendo en una época en la que la ética centrada en el niño se ha convertido en una justificación para todo tipo de práctica excesivamente indulgente en el marco de la educación para los niños. (Esta filosofía) ha multiplicado una gran cantidad de doctrinas permisivas que han disuadido a los padres de poner en práctica una disciplina coherente en el hogar... La premisa alguna vez valiosa del enfoque centrado en el niño ha sido usada (o mal usada) para alentar el egoísmo en los niños y adolescentes de hoy".

Pero en base a lo que sabemos ahora acerca de la inteligencia emocional, el error más significativo cometido por los defensores de la educación permisiva ha sido el hecho de haber convertido en forma inadvertida a las "buenas emociones" en los héroes de nuestra psiquis y las "malas emociones" en los villanos. Desde una perspectiva evolutiva, cada emoción humana se ha desarrollado para un propósito, y eliminar las emociones negativas de nuestra comprensión del desarrollo del niño equivale a eliminar uno de colores primarios de la paleta de un pintor; no sólo se ha perdido ese color individual, sino también millones de matices de colores complementarios.  Las emociones negativas como la vergüenza y la culpa son indudablemente más poderosas que las positivas en términos de aprendizaje emocional y cambio de conducta[1].

Si aceptamos el hecho de que la vergüenza y la culpa son aspectos normales y poderosos de las vidas emocionales de los estudiantes, la pregunta que se plantea entonces es: ¿Cómo usarlas para fomentar el desarrollo moral de nuestros jóvenes sin causar un daño indebido?

 Lawrence E. Shapiro presenta los padres, las siguientes  recomendaciones generales que muestran de qué manera se puede utilizar la vergüenza y la culpa en forma constructiva para guiar a los hijos hacia una edad adulta honesta, ética y solidaria.

1.      Establezca normas coherentes y castigos compatibles cuando se violan las normas. Asegúrese de que sus castigos sean justos, inmediatos y efectivos.

2.      Cuando los niños de más de diez años violan normas importantes y no parecen quedar disuadidos por sus castigos, solicite que hagan una lista con su propio castigo para cada norma. Luego pónganse de acuerdo sobre la intervención de un mediador neutro (como un amigo de la familia, una tía o un tío) para determinar qué castigos funcionarán mejor. Si él o ella está de acuerdo, usted podría incluso solicitarle al mediador que controle el castigo. En la mayoría de los casos, esto estimulará a sus hijos a albergar mayores expectativas para sí mismos y posiblemente puedan cumplirlas.

3.       Reaccione más duramente cuando su hijo hace algo que perjudica a otro. Por ejemplo, si su hijo no entrega un informe a tiempo, perjudica su oportunidad de obtener una buena calificación, pero él es el único que sufre las consecuencias. Por otra parte, si llega dos horas más tarde de la hora establecida para regresar a su casa, esto le provoca a usted una aflicción extrema, y exige que se tomen medidas más extremas. Si las acciones irresponsables de su hijo perjudican a otra persona, no tema expresar sus propios sentimientos junto con la aplicación de un castigo apropiado. Si esto perturba a su hijo, no se apresure a consolarlo. Sentirse culpable le impedirá ser desconsiderado la próxima vez.


4.      Subraye la importancia de las disculpas. Las disculpas por escrito deberían combinarse con otras orales. Si la disculpa de su hijo no es sincera, no renuncie con facilidad sino que siga incrementando los requisitos de una disculpa hasta que el niño responda emocionalmente.

Hoy en día el desarrollo de las emociones en los estudiantes supone un reto desatendido por los establecimientos educacionales, figura como una tarea paralela que deben atender  las familias. Este problema supone la formulación de un reto mayor; que es el establecer vínculos con las familias y redes de apoyo que permitan a los estudiantes integrar y desarrollar de forma efectiva, los objetivos transversales.



          [1] Lawrence E. Shapiro. La Inteligencia Emocional en los Niños. Una guía para padres y maestros. Buenos Aires. Javier Vergara Ediciones. ISBN 950-15-1755-1.

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